La historia de la neonatología en Cuba está indisolublemente ligada a los eminentes profesores: doctores Arturo Aballí, Olimpo Moreno, Héctor Duyos Gato, Enzo Dueñas Gómez, Carmen Molina, Manuel Almanza y Ana Camejo, quienes desde sus respectivos centros hospitalarios dieron inicio a lo que más tarde constituyó una especialidad que se independizó de la pediatría general. A estos respetados galenos, quienes fueron nuestros profesores, debemos los primeros pasos en la atención especializada al recién nacido en nuestro país.
A partir del año 1971, con los logros alcanzados en la reducción de la mortalidad infantil en Cuba, principalmente mediante los programas de control de las enfermedades diarreicas y de las enfermedades trasmisibles de la infancia, se estableció la neonatología como especialización y se comenzaron a graduar los primeros neonatólogos del país, y es la doctora Dulce María Reyes, una de las autoras de este libro, la primera en alcanzar esta condición en el año 1973. El progreso de la neonatología en años posteriores ha influido positivamente en la formación de gran número de neonatólogos y en el conocimiento más integral de la especialidad por parte de los pediatras, de los médicos de atención primaria y de otros especialistas vinculados de alguna forma a la atención de los recién nacidos.
Como habría de esperarse, esto se ha revertido en una disminución sorprendente de la morbilidad y de la mortalidad en el período neonatal, así como en una mejoría en la calidad de vida de la supervivencia.
Asociado a estos avances en el conocimiento de la neonatología, se ha insertado el desarrollo vertiginoso de la tecnología y su aplicación en el estudio de los recién nacidos, y hemos visto en la práctica diaria como nos hemos estado alejando de ese manantial inagotable y fuente de información que brinda el examen clínico completo y minucioso al recién nacido. Las investigaciones que se indican son las necesarias en cada recién nacido y reducirán al mínimo los exámenes paraclínicos.
No se debe olvidar que en este período de la vida, cuando el paciente no puede expresar lo que siente, nuestras manos tienen que adquirir, más que en otras especialidades, la sensibilidad y el alcance que permitan detectar signos, a veces sutiles, que expresen una alteración somática.
Nuestro propósito al escribir este libro es brindar los conocimientos básicos que ayuden a realizar un buen examen clínico al neonato, que tanto necesita el estudiante de medicina y que pueda también ser de utilidad a todo médico general o especializado que, de una manera u otra, tenga relación con la atención al niño recién nacido.
En el desarrollo de los distintos temas que conforman.
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